viernes, 14 de agosto de 2009

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Siempre me gustó el cristal, y el fino lienzo de los brazos-venas. Pero ahora parece que todo se reduce a telas y mis dedos-pinceles quedaron lejos, tiempo atrás.
Siempre me gustó el cristal, pero me cansaron las perlas.
Quiero llenarme de colores una vez más.

Nada


De dos piezas, resistente a los golpes.
De dos plazas, colchón vacío.
De dos ojos, dos piernas, dos manos.
Doble siempre, doble o nada.
Y hoy, nada.

A los pájaros


A las palomas volando sobre mi cabeza, o salvándose la vida, o acompañándose en la agonía en una plaza, o volando con los ojos rojos y un laurel en el pico.
Al cuervo posado en el sauce llorón, llorando ella, llorando yo, porque nunca más tendré a alguien que me diga que tengo ombligo de señorita.
Al colibrí, maderero, también entre las flores de mi jardín, entre los cimientos de una promesa que jamás se cumplió, igual valieron los rayos tibios y el olor a clorofila.
A los gorriones, de puente de cemento, de calle de tierra, de domingos levantando polvo, corriendo entre las cloacas sin instalar en el barrio de los diamantes escondidos.
A las cotorras que terminaron en ataúdes de madera, llorados como hijos, y a los que como hijos les abrí los barrotes, les crecieron las alas y ya nunca tuve jaulas ni cárceles que lo impidan.
A los diamantes francotiradores, amantes fugitivos, con ese romanticismo que ya no hay.
A los loros charlatanes, puteadores y piropeadores, contadores de chistes guarros como los obreros de la construcción, como los tipos de la gomería con las paredes llenas de fotos de vedettes del año 86'.
Al ruiseñor, en singular, porque para mí siempre fue uno solo, siempre fue poesía, con plumas de tinta y alas de papel.
A todos los otros, los pterodáctilos, los chajás, los benteveos, los petirrojos, las perdices, las alondras.... a todos, gracias, por pasar por mi vida y mostrarme todo lo que quiero de ella.